domingo, 27 de mayo de 2012

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¿Sabes lo que es un criterio de unificación de significado?
Qué mejor que un ejemplo.
Criterio escogido: lo que produce que termine una conversación.
Desde ese momento, conceptos tales como...

  • aburrimiento
  • desinterés
  • enojo
  • muerte
...pasan a significar los mismo. Siempre y cuando exista un compromiso. Un compromiso con los comportamientos inútiles.
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jueves, 17 de mayo de 2012

Conclusión, parte uno.

Era de esperarse que, como todas las cosas comunes y corrientes, la conclusión (o falsa conclusión, para no ser tan fatídico) llegara por caminos muy diferentes a los alguna vez imaginados. Y que no solamente fueran otros los caminos, sino también y sobre todo, otros los rostros. Conclusión de muchas caras, ninguna abrazable como aquellas que tanto se dibujan en el corazón a los doce, quince, dieciocho...
¿Me equivoqué? Sí, rotundamente, diría si aún conservara el anhelo dignísimo del que quiere saber. Pero no, ya no quiero saber, en la práctica, ya sé. ¿Y quién podrá sacarme de mi engaño?
Sí, falso. Pero el cliché es fácil: si digo no sé, quiero decir que sé en el fondo, o más directamente: sé mucho más allá que el resto. en realidad. Tanto como para darme cuenta de que lo que sé no vale (con el mensaje ya difícilmente ocultable de que mi no saber es el más elevado de los saberes). No hay engaño.
Entonces, ¿cómo decirlo? (Hace un rato, en el baño, tenía las palabras...)
¿He descubierto algo? Sí, al menos ese es el sentimiento. Se siente como haber descubierto el fuego. Un fuego que parece que ilumina y da calor, sí. La sensación de la iluminación. Así me siento mientras imagino una narración que nadie leerá. La seguridad del primer hombre junto al fuego, mi lugar privilegiado al lado de mi definitiva interpretación del mundo. Sí, puedo sentir todas estas cosas. De alguna manera, por algún pacto secreto, ¿quizá demoníaco?, estoy en paz con mi propia opinión, y no sólo en paz, sino que le prendo velas aromáticas y recito mi ley antes de dormir. Sí, el pacto. Abrazar mi lectura personal de la vida, y elevarla a verdad primordial, allá en los oscuros y sagrados altares del alma. Inquietante imagen: yo de rodillas ante lo que mis mortales ojos lograron ver, ante mi conclusión. Creer en el fuego, aceptar con fe ciega la verdad que mi patente ignorancia separa de un montón de basura que siempre lleva en los bolsillos. ¿Acaso no es lo que hace todo el mundo?
Sí, pero no. ¿Cómo decirlo? Creer en el fuego, pero omitir la luz y el calor. Cenizas frías: ruinas siempre nuevas construidas sobre cenizas frías. ¿Cómo puedo creerme todo esto? Sin embargo, creo. Mis ideas, todas mis conclusiones, se atropellan, se niegan, se mezclan. Vómito, vivo comiendo mi propio vómito (al menos es el mío, pienso lanzando una inevitable mirada despectiva a los inexplicables y grandes citadores y admiradores y repetidores). Me creo lo que pienso. ¿Pero no hace eso toda la gente?
Creer en la falta de fe. 
Todo lo que vale en mí es la conclusión de que cualquiera conclusión carece de valor.
¿Por qué me siento tan a gusto con la idea de que lo que hago simplemente no cuenta? Puede ser que en el fondo esté viendo algo, pero no lo distingo. 
Esperanza es una linda palabra.